"Me gusta escribir historias que interesen a los lectores de cualquier rincón del mundo"
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"Me gusta escribir historias que interesen a los lectores de cualquier rincón del mundo"

Ganador del `Premio Francisco Umbral al Libro del Año´ por su novela ‘La cabeza en llamas´, Luis Mateo Díez charla con ´Mirada Oeste’ sobre su experiencia como escritor y sobre su vida.

18 mar 2013

 

María Martínez de Mora

“Gracias” fue la primera palabra que Luis Mateo Díez pronunció cuando recibió el último `Premio Francisco Umbral al Libro del Año´, por su obra `La cabeza en llamas´. Humilde en su gesto y agradecido en su referencia, el escritor dedicó el galardón a los lectores que comparten con él sus historias. A ellos les debe, según afirma el propio autor, todo lo ha conseguido. Realista en la búsqueda de ideas y personajes e imaginativo y ficticio cuando se trata de convertirlos en novela. El académico comparte sus experiencias profesionales con `Mirada Oeste´ y desvela alguno de sus secretos más personales. 

 

 

¿Qué ha significado este último premio para usted?

Los premios, sobre todo éste, suponen una gran satisfacción y son algo que uno agradece. Por otra parte, el nombre del premio y el hecho de que lo conceda la Fundación Francisco Umbral atesora la resonancia de una figura muy importante en el periodismo y la literatura de nuestro país. Umbral fue uno de los grandes cronistas de la realidad durante muchísimos años y tuvo un punto especial para hacer las cosas. Tenía una gran capacidad metafórica para entender la realidad, para contárnosla y para definir a los personajes. Fue un referente muy importante durante todo el tiempo en el que él escribió sus libros o en periódicos.

 

“Especial” es uno de los calificativos que han utilizado para describirle a usted, otro es “humilde”. Su primera palabra cuando recibió este reconocimiento fue “gracias”. ¿Cómo de importante es la humildad? ¿Es el secreto para seguir dedicándose a esta vocación?

Creo que la humildad es una virtud cristiana y no irían por ahí los tiros. Yo creo que es el sentido común; el tener la conciencia de que los reconocimientos lo primero que provocan en uno es el agradecimiento. Además, soy un escritor consecuente con la tradición literaria a la que pertenezco. Pienso que muchas son las lenguas y una la literatura. Me siento muy integrado en la gran tradición que auspicia nuestra lengua y tengo un gran reconocimiento por nuestros clásicos y de todo eso me siento heredero. Por todo esto, como escritor y como persona, me siento agradecido. Todo lo que yo he podido leer forma parte de mi aprendizaje como escritor. No creo que por mí mismo hubiera sido capaz  de crear nada especialmente importante. En este sentido tengo una conciencia llena de débitos. Creo que debo mucho más por lo que he recibido que lo que yo mismo puedo ofrecer.

 

‘La cabeza en llamas’ son cuatro historias en las que usted dice que se identifica en algunas partes personalmente. ¿Es difícil escribir algo sobre uno mismo?

Que duda cabe que lo que uno escribe refleja su mirada del mundo, la concepción que uno tiene de la condición humana a la que pertenece y en ese sentido seguro que mis libros son de alguna forma un espejo de mí mismo. Pero a mí a la hora de escribir historias me gusta lo que denomino como ‘conquistas en lo ajeno’. Me gusta inventar personajes, tramas, analizar conflictos, involucrar reflexión y pensamiento en esas fábulas y en eso me entrego mucho a mis personajes, tanto que quizá  son ellos los que pueden tener una existencia más solvente que la que yo les pueda ofrecer al crearlos. Yo soy de los que escriben, dicho metafóricamente, no en el gabinete, sino saliendo de casa a la búsqueda de mis personajes.

 

¿Qué necesita un lugar o una persona para que le inspire?

Como soy un contador de historias lo que tengo son ocurrencias o invenciones. De pronto hay una idea matriz que genera algo que parece que es como una idea primitiva de lo que podría contar. Poco a poco, tomando notas en mis cuadernos voy entrando en ese mundo que empieza a nacer y voy determinado una trama, unos sucesos, y en seguida surgen los personajes. Yo como escritor, una vez que aparecen los personajes, es como si fuera de ellos. Sé que soy yo el que organizo su existencia, pero me siento siempre transportado a su mundo.

 

¿Cuál es el secreto para conectar con los lectores?

Yo soy un escritor que tengo la suerte de mantener una notable complicidad con mis lectores. Se acercan a mí, les gusta conocerme y constato que en esa cercanía es gracias a mis personajes. Yo creo que a los lectores les interesan mis novelas porque  siempre que cuentan muchas cosas. Hay un trasfondo como de sugerencias, de reflexión, como si mis personajes tuvieran una filosofía de la vida o la conciencia de un sentido de lo que viven y como lo viven. Gracias a ellos establezco una gran conexión con mis lectores. Ese es el mayor aliciente.

 

Entre todas sus historias y personajes, ¿hay alguno qué sea especial?

Lo que importa no es lo que significa para ti sino el reconocimiento de los lectores. Sin duda, hay algunas obras que han tenido una resonancia mayor. Yo vivo atado por una novela que tuvo unos personajes de mucho reconocimiento, que fue la `La Fuente de la edad´. En esta novela hay personajes inolvidables para mí porque los he contrastado con los lectores. También me pasó con `Camino de perdición´ o con este libro premiado, `La cabeza en llamas´, en el que algunos personajes  han atraído mucho a los lectores. El patrimonio más interesante de todo lo que llevo escrito está en los personajes. Son seres humanos que tienen una profunda vida interior pero a la vez son gente anónima, anodina. Yo digo que son héroes del fracaso, gente que vive con la conciencia de que la vida es una lucha por vivir y un asunto por resolver. Y en la resolución de la vida es donde ellos van tomando conciencia de su destino.

 

Usted nació en Villablino, un pueblo de León, ¿hasta qué punto le han influido sus orígenes?

La infancia de una persona, como decía Cesare Pavese, es el tiempo mítico del hombre. Y en mi opinión, la tierra donde uno pasa la infancia impregna las primeras sensaciones, emociones, los primeros afectos y eso deja huella. Para mí, esa huella es León. Pero no me considero un autor local ni estoy invadido por un exceso de nostalgia. Uno se va haciendo mayor y yo creo que vivir también es adquirir dimensiones de lejanía. Yo siempre he querido contar ideas universales no ideas donde uno se entregue al costumbrismo de los recuerdos o de la memoria. Me gusta escribir historias que puedan interesar a lectores de cualquier rincón del mundo. 

 

Usted es licenciado en Derecho, ¿cómo se combina una profesión tan racional con otra tan emocional como es la Literatura?

Yo fue un mal estudiante, para mi desgracia. Hice Derecho y luego hice una oposición y trabajé durante muchos años en el Ayuntamiento de Madrid, en un puesto burocrático. Me pareció que era una manera de optar para tener un modo de vivir y al mismo tiempo tener libertad para escribir lo que me diera la gana. Y lo he compaginado muy bien. Es una doble realidad. La vida más personal, más íntima, más particular de mí existencia como es la escritura, y por otro lado, el cumplimiento de unas tareas como funcionario que me agradaban. La realidad de trabajar en una tarea administrativa te acerca mucho a la vida. Desde los Ayuntamientos se administra la realidad más inmediata y a eso se unió la suerte de conocer a compañeros y amigos que además eran grandes profesionales, y aprendí mucho al lado de ellos. 

 

Como miembro de la Real Academia de la Lengua, ¿le cuesta callarse cuándo escucha un mal uso de la misma?

No, la lengua es del pueblo, como decía Sancho, y el pueblo debe hacer con ella lo que le de la gana. Pero hay que cuidarla, hay que marcar pautas de amor a la misma y la Academia es la encargada de hacer ese trabajo. A veces te sorprende cuando escuchas un uso maltratador de la lengua pero yo no soy de los que se escandaliza fácilmente.

 

El recién nombrado Papa tiene como lengua materna el español, ¿cree qué esto es positivo?

Tengo un desconocimiento absoluto de los temas de la Iglesia porque no me interesan, lo cual no quiere decir que sea una persona irrespetuosa. Soy enormemente respetuoso con las creencias de los demás. Me siento cercano a la gente que tiene creencias, a quienes tienen un sentido trascendente de la vida. Respecto a la lengua materna del nuevo Pontífice, un Papa hispano seguro que es un buen hallazgo. Tendrá una comprensión de la realidad hispana y de todo nuestro mundo. Me ha agradado que sea argentino, que hable la lengua en la que yo me expreso.

 

¿Qué es lo qué más le gusta hacer a Luis Mateo?

Lo que más me gusta en la vida es leer, incluso más que escribir. Pero escribir es una pasión que te desborda, te ata y como pasión se convierte en una obsesión. Además soy muy cinéfilo, invierto mucho tiempo en ver películas. Tengo en casa muchas más películas de las que debo.

 

Una manía…

Me gusta mucho el vino pero tengo manía con la copa en la que bebo. No tiene que ser especial simplemente tiene que estar limpia. Los seres humanos vivimos entre la grandeza de las manías y la miseria de las obsesiones.

 

Un lugar pendiente por visitar…

He terminado con los viajes. Tengo 70 años y ya no me quedan excesivas ilusiones por viajar pero lo que sí tengo siempre es un resorte de atractivo especial por una ciudad que es Nueva York. Y aquí vuelve el cinéfilo. Nueva York la he visto mucho pero quizá sería la ciudad a la que volvería ahora, ya que estoy un poco saciado de los viajes. 

 

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