Cuando te roban la infancia y el mundo no quiere verlo

El estilo y ritmo de vida de la sociedad occidental muchas veces impide ver lo que ocurre en otros países. Son lugares lejanos en los que las desgracias, desastres naturales o la explotación de millones de personas nos llegan como si fueran relatos ficticios, propios de otros mundos. Sin embargo ocurren. Son muchos los seres humanos que pasan necesidad o son víctimas de abusos indescriptibles.

Hoy, 12 de junio, se celebra el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Es una fecha más en el calendario que se convierte en una pequeña llamada a la reflexión. Los medios de comunicación dedicamos unas líneas o minutos a contar que cerca de 215 millones de niños en todo el mundo no tienen infancia. Una noticia que mañana ya se habrá olvidado. Sin embargo ellos seguirán sin tener tiempo para jugar o ir a la escuela porque deberán trabajar. Muchos pasarán hambre. La mitad de ellos seguirán expuestos a las peores formas de trabajo infantil, sometidos a la esclavitud, realizando actividades peligrosas e ilícitas, como el tráfico de drogas y la prostitución, o empuñando un fúsil.

En 1997 la Conferencia Internacional de Oslo sobre el Trabajo Infantil y la de Ámsterdam ya hablaron de la “necesidad urgente” de poner en marcha una acción mundial concertada que pusiera fin a esta lacra. Sin embargo, y a pesar de los avances logrados en estos 16 años, la solución no ha llegado. Mañana nuestros hijos, sobrinos o nietos continuarán divirtiéndose en los parques de nuestras ciudades o jugando con juguetes cada vez más avanzados, mientras a miles de kilómetros otros niños seguirán sin saber lo que es ser un niño. Pero de esto mañana ya no nos acordaremos.

En el siguiente vídeo UNICEF cuenta la historia de Mohamed, un niño de 12 años que tiene dos trabajos con los que apenas gana un dólar al día.