"Casi todas las obras me parecen raras al principio, imposibles a mitad de los ensayos y maravillosas al final"
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"Casi todas las obras me parecen raras al principio, imposibles a mitad de los ensayos y maravillosas al final"

‘Mirada Oeste’ ha charlado con la directora de Honda Teatro sobre como su vida siempre ha estado ligada al mundo de la representación y sobre la historia de la asociación cultural que dirige. Apasionada por el teatro desde muy pequeña, Concha Calderón escribió a los 10 años su primera obra.

7 jun 2013

 

J.C.

El pasado fin de semana Honda Teatro estrenaba en Majadahonda ‘El rey del mundo lirundo’, una obra de teatro para niños en la que se critica a la sociedad consumista. Dirigiendo la representación estaba Concha Calderón, quien desde 2008 comanda esta compañía convertida en asociación teatral.

 

¿Cómo nace Honda Teatro?

La compañía comienza su andadura en 1997. Desde entonces y hasta ahora ha estrenado muchísimos montajes con distintos componentes y directores. En 2008 se produjo un vacío en la dirección y me ofrecieron ese puesto. Yo ya llevaba muchos años como actriz, pero nunca había dirigido en solitario. 

 

¿Cuántas personas la conformáis?

Las asociaciones culturales suelen tener muchas oscilaciones entre sus miembros. Actualmente somos 15 en el grupo, pero hay cambios de temporada en temporada.

 

¿Hay afición por el teatro en Majadahonda?

Yo creo que sí. Honda Teatro actúa en muchos otros municipios y la afluencia de público de Majadahonda suele ser superior a la media. También es cierto que cuando estrenamos, al ser un grupo local, acuden muchos amigos y familiares, pero creo que cada vez hay más público ajeno. Y eso es estupendo.

 

¿De dónde viene tu pasión por el teatro?

Desde siempre. Con 10 años escribí mi primera obra de teatro y la representé en el patio de casa, dirigiendo a mis amigos. Se llamaba ‘Celeste’ y a mí me parecía una obra de arte. Por supuesto, yo tenía el papel principal. Aunque luego la vida te suele llevar por otros derroteros, las primeras inclinaciones nunca se olvidan. Por eso, en cuanto tuve ocasión me lancé de lleno.

 

¿Cómo entraste en este mundo?

En 1992 crearon un taller de teatro en la zona donde vivía. Me apunté y al principio lo pasé fatal, porque los alumnos eran muy jovencitos y parecía yo la madre de todos. Luego lié a un amigo de mi edad para que se uniera al grupo y, como ya éramos dos, me sentí mejor. Bajo aquella escuela hice cuatro cursos de Arte Dramático y participé en muchísimos montajes. Hasta el año 2002 en que se disolvió el taller. Desde entonces hasta que tomé la dirección de Honda Teatro me uní a varios grupos. Ya no podía vivir sin el teatro.

 

¿Qué satisfacciones provoca dirigir a una compañía de teatro?

Muchas. En primer lugar el contacto con la gente. Conocer a personas que casi siempre son entusiastas y colaboradoras es una satisfacción constante. Conseguir que interpreten un personaje de una manera creíble es un logro personal. Y recibir los aplausos del público el día del estreno es una emoción indescriptible. Solo puedo decir que en ese momento no puedo borrar la sonrisa de mi cara.

 

Y ¿qué quebraderos de cabeza?

¡Ufff! Muchos también. En primer lugar buscar una obra que se adapte mínimamente a los componentes del grupo. Considero imprescindible que todo el mundo tenga un papel, más o menos largo, porque la persona que está en un grupo de teatro es porque quiere hacer teatro. Pues eso, que busco una obra y generalmente tengo que hacer muchos cambios: de sexo, de desdoblamiento de papeles, de creación o supresión de personajes... Pero bueno, eso es sólo el principio. Luego está la disciplina en los ensayos. Es lo que peor llevo. No comprendo que de dos horas sólo se pueda ensayar una, porque la asistencia se produce en forma de goteo y no encuentro el momento de empezar. Y también está el tema del vestuario, escenografía, temas musicales... O sea, mucho trabajo y muchos quebraderos de cabeza, pero no he de olvidar que hago esto de forma voluntaria, o sea que no vale quejarse.

 

¿Alguna superstición a la hora de estrenar una obra?

Para nada. Al contrario. Pienso que el teatro tiene magia y que siempre sale bien. Ojalá pueda seguir opinando igual.

 

Como directora de Honda Teatro, ¿qué momento recuerdas con más cariño?

No podría señalar ninguno concreto. Como he dicho antes, en el momento del saludo final en un estreno siento una satisfacción y un orgullo enorme. También recuerdo muy gratamente el gigantesco ramo de flores con que me sorprendió el grupo tras el estreno de mi primer montaje. Y desde luego cada vez que recibimos algún premio en un certamen de teatro de los que participamos.

 

¿Cuál es tu obra preferida? y ¿por qué?

No tengo ninguna. Todas me parecen un poco raras al principio. Casi imposibles de alcanzar a mitad de temporada de ensayos. Y entrañables y maravillosas al final, cuando veo que lo hemos conseguido una vez más.

 

De todas las representaciones que has dirigido ¿cuál es la que más te ha gustado?

Hasta ahora he dirigido cinco obras. La que más me costó fue ‘Los ladrones somos gente honrada’, de Jardiel Poncela. Tenía muchos personajes y muchas dificultades, pero lo pasamos tan bien en los ensayos, nos reíamos tanto, y luego tuvo tan buenos resultados, que la recuerdo especialmente. En general me gustan todas. Tengo tendencia a montar obras cómicas, por dos motivos: uno porque creo que es lo que más gusta al público y dos porque disfrutamos tanto en los ensayos, nos reímos una y otra vez con las mismas escenas, que casi podría decirse que el resultado final es lo que menos cuenta. 

 

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